Un rey con cáncer del que nada se sabe; una reina desvanecida por el agotamiento; un príncipe heredero intermitente y una princesa, la más querida de la Familia Real, invisible desde hace tres meses, y cuya reaparición manipulada ha llevado a que los medios califiquen a palacio de “fuente no fiable”.
Han pasado menos de dos años desde que Carlos de Inglaterra se convirtiese en el rey Carlos III. Un reinado tardío , que se aventuraba tranquilo, y esforzado en ser digno del legado de su longeva y venerada madre, Isabel II, emblema de un siglo de Historia británica.
Y los medios británicos y las agencias han calificado a Kensington como “fuente ya no fiable', una forma sutil de decir que no importa lo que comuniquen a partir de ahora, serán más examinados que antes, si es que algo así es posible. Que algo que buscaba recobrar la confianza y atajar los rumores haya terminado con palacio convertido en apestados mediáticos es un desastre de reputación, desde cualquier óptica.