La Fundación Louis Vuitton inaugura una gran retrospectiva que presta atención a aspectos poco recorridos en la obra del artista, como su etapa figurativa o la relación de su trabajo con el Holocausto
Para ver un cuadro de Mark Rothko siguiendo las instrucciones del pintor, hay que dar dos pasos en el sentido opuesto al lienzo —o tres, si se tienen los pies pequeños— y alinearse con el centro de la obra como si nos mirásemos en un espejo.
Rothko se pinta a sí mismo como una esfinge, uno de aquellos monstruos de la mitología griega que despertaban enigmas irresolubles. “Esconde su mirada bajo unas gafas oscuras, su gesto es aburrido e inexpresivo, y el fondo es neutro, como en un retrato de su admirado Rembrandt, al que solía ir a ver al Metropolitan de Nueva York. Parece que no quiere que sepamos nada de él”, analiza su hijo Christopher, que tenía siete años cuando el pintor murió.